Una de los aspectos menos estudiados y peor difundidos de la personalidad artística de Leonardo da Vinci es su vertiente musical en la triple faceta de los conocimientos teóricos, la organología y la interpretación.
La teoría era la base del conocimiento musical de su época, principal contenido de los estudios musicales del cuadrivium y, durante siglos, su parte más científica y de mayor reputación entre los estudiosos del saber.
Es impensable que un científico y artista del Renacimiento de la talla de Leonardo no tuviera un profundo conocimiento de ella; felizmente disponemos de múltiples testimonios que lo atestiguan para no tener que dejarlo en mera suposición Si la primera formación pudo recibirla con la exquisita educación recibida en su infancia, es seguro que la aumentaría en Florencia, durante su estancia en el taller de Verrochio y, sobre todo por la senda que siguiera toda su vida en la búsqueda incesante del conocimiento: la de la curiosidad y esfuerzo incesantes que harían de él el autodidacta por excelencia.
Tampoco cabe desdeñar la influencia que Gafori pudo añadir en su larga etapa milanesa. A este respecto hay que decir que este gran músico y tratadista no destacó sin embargo precisamente por su carácter innovador en cuanto a la doctrina musical se refiere, antes bien fue un defensor de los valores de la teoría clásica boeciana los mismos que de forma recurrente aparecen por doquier en la obra escrita y, como se verá, también pictórica del genio florentino. Según Gerolamo d´Adda, algunos de los dibujos para los moldes en madera de ciertos grabados que aparecen en la “Theorica Musice” de Gafori fueron realizados por Leonardo y constituyen, en su brevedad, un auténtico resumen de los fundamentos de la teoría modal.
En varios lugares de los cuadernos de Leonardo y con distintos motivos aparecen cortos pentagramas con notación mensural blanca y la pauta de cinco líneas, la más corriente en su tiempo, y la misma de Gafori en las ilustraciones musicales de sus libros con clave de fa en tercera subentendida y no es raro hallar, entre los dibujos y textos de Leonardo, remisiones a distintos aspectos o principios de la teoría musical para ser utilizados con fines físicos y matemáticos; o, a la inversa, invocar las leyes físicas y de la cantidad para dar solución a determinados problemas de la organología.
En CF II; fol. 35 v. estudia la relación entre el grosor, la longitud y el peso de tensión de unas indeterminadas cuerdas de forma parecida a los experimentos en el pluricordio de Pitágoras. En otro lugar - CA, Fol. 721 r - invocando sus proporciones armónicas musicales, definirá matemáticamente la proporción con la que aumenta la resistencia de una viga al pasar de la posición horizontal a la vertical por grados sucesivos de oblicuidad. En CIF, M, 45 r. y CF II Fol. 31 r. utilizará sendos sistemas para establecer la velocidad de las corrientes de agua de los ríos que, a falta de aparatos de relojería capaces de registrar tiempos muy cortos, serán medidas batiendo el compás en tiempos armónicos o haciéndolo en tiempos músicos, lo que en su lenguaje viene a ser lo mismo.
Pero Leonardo no se limitó a un conocimiento teórico de la música, sino que la practicaba como una de sus ocupaciones favoritas, cantando y acompañándose con instrumentos musicales. De éstos, el preferido era la viola da braccio que en los textos aparece también mencionada como lira o también cítara. Esta viola fue un instrumento de gran importancia en el renacimiento italiano, hasta el punto de ser utilizada con frecuencia como representación iconográfica de la música y se utilizaba especialmente para improvisar cantando con ella según una costumbre muy enraizada en Italia.
Veinte años después de su muerte su biógrafo, el historiador Paolo Giovio (1483-1552) (2) resumía en encomiástico epítome los conocimientos de Leonardo entre los que brillaba su arte interpretativo musical:
“Fue de un gran ingenio, afable, elegante y noble, de rostro agraciadísimo, y como fuera maravilloso inventor y árbitro de toda la elegancia y refinamientos, sobre todo en las artes teatrales, y cantara con destreza con la lira, complació asombrosamente a los príncipes durante toda su vida”.
La estancia de Leonardo en Milán iba a ser sin duda la más importante y prolífica de su vida. Estando en Florencia al servicio de Lorenzo el Magnífico escribio una conocida carta a Ludovico Sforza ofreciéndole sus servicios en multitud de áreas en las que declaraba ser un experto. Poco después entraría al servicio del Moro pero por ninguna de estos conocimientos sino por sus habilidades artísticas musicales y poéticas: sucedió hacia el 23 de Febrero de 1482 cuando tenía treinta años; a la tarde de aquel día llegaba a la corte milanesa enviado por Lorenzo el Magnífico formando parte de una embajada cultural en compañía de su discípulo Atalante Migliorotti para participar en uno de los parangones de músicos y poetas frecuentes en la misma.
Según refiere el Anónimo Gaddiano (3) portaba consigo una lira o viola de brazo que nadie como él sabía tañer:
”Fue elocuente en el hablar y raro tañedor de lira, y fue maestro de Atalante Migliorotti en este instrumento...fue enviado al Duque de Milán para presentarle, junto con Atalante Migliorotti, una lira que era único en tañer tal instrumento. “
Giorgio Vasari en la biografía de Leonardo que incluye en su “Vite degli artisti”, editada en 1550, da más detalles sobre la participación de Leonardo en aquél parangón. Refiere que a la muerte de Giovan Galeazzo, Duque de Milán,
“...nombrado Ludovico Sforza con el mismo grado el año 1494 fue llevado a Milán con gran reputación Leonardo al Duque, el cual se deleitaba con el sonido de la lira, para que tocara; y Leonardo llevó aquél instrumento que él mismo había fabricado de plata, en gran parte con forma de una cabeza de caballo, cosa extraña y nueva, para que la armonía fuera de mayor tuba (?) y más sonora de voz; por lo cual superó a todos los músicos que allí habían concurrido para tocar. Además de ello fue el mejor decidor de rimas improvisadas de su tiempo.”
Los textos contienen varios datos de gran interés que iremos comentando en distintos lugares. Destaquemos sólo aquí cómo Leonardo, hombre multidisciplinar por excelencia y pudiendo, por tanto, dedicar a la práctica musical sólo una pequeña parte muy limitada de su tiempo pudo alcanzar tal maestría que, en tal ocasión, eclipsara a todo un grupo de músicos profesionales, entre ellos, muy probablemente, los propios estipendiados por el Duque.
En otro lugar de su biografía, el propio Vasari nos descubre el tipo de música que a Leonardo le gustaba hacer y que no era otro que aquel ya indicado de cantar improvisando acompañándose, esto es haciendo una segunda voz, con el instrumento:
“Dedicó algún trabajo a la música, pero pronto se decidió a aprender a tocar la lira, como quien tenía naturalmente un espíritu elevadísimo y lleno de elegancia, llegando con ella a cantar divinamente improvisando”.
Respecto de los gustos musicales de Leonardo, una cosa parece desprenderse con claridad de distintos textos propios y ajenos y es la aversión que tenía por la repetición de las obras de música, considerando que su sino era el de ser creada para morir en el instante mismo de su realización:
“La música tiene dos enfermedades, una de ellas es mortal y la otra pertenece a la decrepitud; la mortal va unida siempre al instante mismo que sigue a su creación; la de la decrepitud la hace odiosa y vil en su repetición”.
Pero Leonardo era también, a lo que parece; un habitual consumidor de música realizada por otros. En el “Paragone” y bajo el epígrafe “Diferencia entre la pintura y la escultura”, Cap. 36, describe al pintor - sin duda a sí mismo - rodeado de refinamientos, cosas agradables y bellas entre las que la música ocupaba un lugar de privilegio, costumbre que según Vasari (“Vite...”), fue la causa de la famosa enigmática sonrisa de la Mona Lisa.
De la gran riqueza y variedad de los conocimientos vividos por Leonardo de forma ferviente y apasionada se produce una ósmosis interdisciplinar que, por activa y pasiva, convierten a la música práctica en origen o destino de sus estudios y lucubraciones, desembocando necesariamente en la organología, uno de los aspectos más interesantes y bien documentados de su personalidad musical, testimonio, una vez más de su genio creador: ahí está más de medio centenar de instrumentos mencionados en sus escritos y cerca de setenta ideas o proyectos para otros tantos instrumentos de todas las familias junto a sus parientes los autómatas musicales, de relojería y ornamentales o decenas y decenas de apuntes, anotaciones, alusiones de carácter musical que impregnan otras tantas materias o actividades de las antes mencionadas.
Entre las circunstancias personales que pudieron contribuir al conocimiento musical de Leonardo, especialmente en lo tocante a los instrumentos musicales – instrumentos armónicos en su vocabulario - hay que citar, en primer lugar, la de su prolongada estancia en el taller de Verrochio donde la pintura y la escultura iban de la mano con la orfebrería, la confección de ingeniosos objetos mecánicos y la de instrumentos musicales de diverso tipo, realizándose también tareas de reparación y entretenimiento.
Contemporáneo suyo y amigo fue Lorenzo Gusnasco, también conocido como Lorenzo da Pavia, famoso constructor de todo tipo de instrumentos musicales como órganos, cémbalos, clavicordios, violas, etc. de quien se conocen sus trabajos para las cortes de Milán y de Mántua el las que coincidieron por distintos motivos. En 1499 se hallaban juntos en Venecia, donde conocieron el saco de Milán por los franceses y el apresamiento de Ludovico el Moro.
Cabe la posibilidad de que Leonardo escribiera un libro sobre instrumentos musicales, según él mismo parece afirmar en sus Quaderni d´Anatomia IV 10 r. cuando, interrumpiendo su discurso sobre el ruido producido por los cañones y la influencia en ello de sus longitudes, concluye: “No me extenderé en esto porque lo he tratado bastante en el libro de los instrumentos
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