La obra se ubica en un monasterio de monjers dominicos en Milán
Leonardo Da Vinci escribió en su libro de pintura:
Los movimientos de las personas son tan diferentes como los estados de
ánimo que se suscitan en sus almas, y cada uno de ellos mueve en
distintos grados a las personas.
Leonardo observaba cuidadosamente los modelos naturales y reales. Jamás se repitió a sí mismo;
siempre consideró cada una de sus obras una tarea completamente nueva,
peculiar y diferente de la anterior. En otro pasaje se refiere al efecto de los contrastes:
Lo feo
junto a lo bello, lo grande junto a lo pequeño, el anciano junto al
joven, lo fuerte junto a lo débil: hay que alternar y confrontar esos
extremos tanto como sea posible.
Esta proximidad y antagonismo de las figuras es lo que da su riqueza a La Última Cena: Judas, el malvado versus Juan, el bello y bueno; cabezas ancianas versus cabezas jóvenes; personas excitadas versus personas tranquilas.
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